Uno de los sentidos que tenemos más descuidado es el oído, sin embargo, saber cerrar esta puerta hacia el exterior es clave para encontrar el camino hacia nuestro interior.

Aunque no nos demos cuenta constantemente estamos sometidos a ruidos con los que convivimos diariamente: el despertador, la cafetera, el tráfico, los vecinos, radios, obras… todos estos sonidos de mayor o menor intensidad van afectando a nuestro sistema nervioso y cerebro que no puede dejar de procesarlos.

Por eso, de cuando en cuando es necesario realizar curas de silencio, encontrar espacios tranquilos donde no haya apenas ruido, donde podamos descansar de tanto estímulo y centrarnos en nosotr@s mismos. El objetivo es que la mente encuentre momentos para descansar y se pueda resetear sin tener que estar pendiente de ningún estímulo que le llegue del exterior.

Si no nos es posible encontrar estos espacios aislados y cerrar durante unos minutos nuestra puerta de entrada podemos utilizar ruidos blancos naturales que nos ayudan a relajarnos: sonidos de lluvia, las olas del mar, cantos de pájaros, etc. De algún modo nos trasladan a lugares relajantes y aunque no cerremos la puerta al exterior del todo, decidimos qué es lo que queremos que entre.

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