Tal como dice el refrán, el poder es una herramienta poderosa, descubre nuestras potencialidades, los anhelos más escondidos y las limitaciones de nuestros valores y capacidades. Pero sobre todo el poder tiene una función y es el servicio.

Si entendemos el poder como función de este propósito nos daremos cuenta de que el poder en sí mismo no es perjudicial, la cuestión es cómo se utiliza. Como cualquier otro medio o herramienta dispone de una función y si se utiliza para presionar, en beneficio propio o para someter a otros genera desequilibrios. Sin embargo, si se utiliza como inspiración, avance y prosperidad colectiva es catalizador de evolución y grandes cambios. No es el poder en sí, sino cómo y para qué se utiliza lo que marca la diferencia.

La mayoría de nosotros en algún momento tendremos que asumir poder, ya sea tomando decisiones para nuestra familia, haciéndonos cargo de personas, gestionando empresas o grupos a nivel profesional o simplemente proponiendo planes a amigos.

Y cuando asumimos ese rol en muchas ocasiones surgen conflictos porque si nos ponemos por arriba nos llaman tiranos y si nos ponemos por abajo asumen nuestro lugar. El miedo a que nos quiten el sitio que ocupamos hace que utilicemos toda una serie de estrategias para mantenernos y conservar nuestra autoridad. Es en estas ocasiones cuando tenemos una gran oportunidad para revisarnos, para observar qué patrones seguimos, entender qué es lo que nos cuesta tanto, entender a qué tenemos tanto miedo y poder liderar desde el respeto, la asertividad y la negociación.

Asumir poder es una oportunidad fantástica para ver qué podemos hacer con un grupo de personas, hasta dónde podemos llegar, qué les podemos aportar y sobre todo es una ocasión idónea para conocernos más a nosotros mismos.