Vivir en plenitud y en paz con la vida es algo tan sencillo como simplemente disfrutar del tiempo que tenemos, las personas que nos rodean y las situaciones que nos ha tocado experimentar. Pero esto, que parece fácil, se nos hace complicado cuando no hacemos lo que queremos realmente, cuando deseamos estar con personas distintas a las que tenemos al lado o huimos de las situaciones que tenemos que afrontar. Vivir así, de esta manera, con esta insatisfacción, es estar constantemente fuera de nosotros mismos, es estar intentando alcanzar algo intangible, donde nunca parece que podamos tocar tierra o poner los pies en nuestra realidad. Si no conectamos con lo que somos y lo que hay realmente en este momento, lo que hacemos es malgastar un tiempo precioso de vida persiguiendo algo que no existe.

Enfrentarnos a lo que somos y a las cartas que nos ha tocado jugar no es una tarea sencilla. Lo tenemos montado todo de una manera que si tocamos una pieza es posible que otras vayan detrás, pero a veces la vida nos empuja a realizar estos cambios, queramos o no, porque quiere que sigamos un camino al que nos resistimos. Lo puede hacer más insistentemente o más sutilmente, pero si somos valientes y escuchamos hacia donde nos lleva, podremos comprobar que lo que nos propone, posiblemente será difícil, pero nos valdrá la pena a medio o largo plazo.

Entender que hay una sabiduría más allá de nuestra mente, nuestra voluntad y de lo que nosotros entendemos que debe ser nuestra vida es estar disponibles a lo que ella propone para nosotros. Es estar abiertos a fluir, a ser flexibles, a soltar y a poder estar mejor, en definitiva, es aprender a ser feliz con lo que somos y lo que tenemos. Es aprender a caminar con nuestros zapatos, puede que no sean los más bonitos o los más cómodos pero son los que tenemos.