A los monstruos hay que abrirles la puerta poco a poco.

Nos puede dar miedo romper con una persona. Posiblemente nos hemos dado cuenta de que nos hemos sentido no vistos o ignorados y nos da terror decírselo porque no sabemos cómo reaccionará.

Este miedo puede convertirse en un monstruo cuando está escondido detrás de nuestra conciencia y adquiere una forma sobrehumana. Sin embargo no podemos huir de él eternamente. En algún momento tendremos que hacerle frente y lo mejor es ir abriéndole la puerta poco a poco. Es decir, preparar el terreno, si es una conversación escribir lo que queremos decir, buscar un enfoque que nos ayude, un momento que nos sea propicio y recuperar recursos para afrontar la situación.

Después es importante ubicarnos en nuestro centro, conectarnos con nosotros mismos, localizar ese lugar interno seguro desde donde podemos afrontar el momento desde la tranquilidad, desde lo que queremos para nosotros y para la relación.

Quedar con la persona en un emplazamiento tranquilo y poder expresar lo que deseemos asertivamente, sin darle demasiadas vueltas, ser claros y cuidar lo que podamos al otro.

Y por último también hay dejar un espacio para la digestión. A veces las noticias que se atragantan requieren su tiempo para poder digerirlas, no podemos continuar teniendo la misma relación como si nada hubiera pasado cuando ha habido una conversación importante. Dejar un tiempo de reposo, para ver cómo se va asentando la información.

Y por último es importante aceptar las consecuencias de una ruptura. Puede ser que dejemos de relacionarnos con esa persona porque ella ya no quiera continuar de ningún otro modo, puede que desaparezca de nuestra vida a pesar de que la apreciemos. La ruptura de vínculos genera dolor emocional que cuesta su tiempo transitar. Si realmente lo apreciamos es importante cuidar su tiempo y su espacio también.

Foto de Branimir Balogović en Unsplash