Cuando se acaba una pareja, se marchan nuestros hijos o perdemos un trabajo nos enfrentamos a un abismo. Un día, nos levantamos y nos damos cuenta de que lo que creíamos que éramos ya no es real, se ha desvanecido, que las palabras con los que nos definíamos, las etiquetas madre de… marido de… comercial… gerente… han perdido su significado y ya no tienen sentido. Nos miramos al espejo y nos cuesta saber quien es la persona que tenemos delante, quien es la que permanece a pesar de todo, del amor entregado, la energía compartida, la vida dedicada…
Como seres genuinamente generosos que somos cuando no podemos entregar lo que somos se remueve nuestro propósito de vida, el sentido de nuestra existencia. Cuando llevamos tantos años siendo madres/padres o parejas y ya no… entonces… ¿Quiénes somos como Ana, María o Antonio a secas?, ¿Si ya no somos José, el contable… Maria José, la directora… cómo nos describimos? Cuando hemos construido parte de lo que somos con nuestra carrera profesional y ahora, la palabra que define nuestra imagen social está en blanco ¿Quiénes decimos que somos?
Enfrentarnos a esta página en blanco es una oportunidad para redescubrir nuestra autenticidad. Es volver al tiempo en que éramos niños cuando no importaba a lo que nos dedicábamos sino lo que éramos. Redescubrirnos es dejar de ser por la vinculación con los demás y encontrar un lugar propio. Es soltar las expectativas que nos impusieron o nos adjudicamos y colocarnos en un lugar donde vibramos y somos felices simplemente por existir. Es mirarnos internamente, sentirnos vivos y no necesitar explicarnos con etiquetas o títulos, es ser simplemente y que baste con ello.