“Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.”
Este párrafo lo escribió Gabriel García Márquez en una carta antes de morir. Los moribundos se encuentran en un lugar muy especial, antes de morir no hay excusas y surge la verdad de toda una vida clara y directa. Estas palabras me han hecho preguntarme cual es esa necesidad vital que tenemos de estar en la cima de algo o mirar a los otros desde una perspectiva superior. Si lo pienso bien, creo que nos necesitamos sentir valiosos e irremplazables, especiales y mejores que otros así que utilizamos otros medios y a las personas para conseguir esta sensación de un modo artificial: nos compramos un piso alto, un ático, para sentirnos por encima de los tejados de otras casa -las vistas son importantes-; o me visto de marca y con ropa cara, para dejar claro que me lo merezco obviamente; adopto una postura de suficiencia cuando otro me explica lo que le cuesta hacer algo; o no reconozco que me equivoco nunca, no sea cosa que eche a perder mi imagen…
¿Tan vacíos estamos por dentro que no podemos movernos desde nuestro propio lugar, mirando al otro cara a cara, de igual a igual? ¿Tan poco valiosos nos sentimos con lo que somos que tenemos que poner a otro debajo para constatar que somos “alguien”?
Cuando validamos lo que somos, con todo lo bueno y lo malo, con todas sus carencias y abundancias podemos estar desde la tranquilidad. Y la montaña ya no será un lugar al que subir para saber que otros están debajo. Será nuestro propio reto, la manera de entender y definir nuestro propio estilo de subida, siendo la escarpada una experiencia por ella misma. Con esto ya no tiene tanto sentido llegar a la cumbre, ya que el camino se convierte en lo más importante con todo lo que voy descubriendo en él.