La pérdida de un ser querido es una situación difícil de transitar. De repente, nuestro mundo, tal como había sido durante mucho tiempo, cambia repentinamente. Personas que nos aportaban amor, compañía, sostén y llenaban una gran parte de nuestra vida, ya no están. Aceptar el dolor, la ausencia y poder llegar a recomponer el día a día, es un proceso que lleva tiempo y trabajo personal.

Para otras personas la pérdida no es de un ser querido, es de un empleo, de una pareja, de un modo de vivir, o simplemente de creencias sobre cómo debería ser su vida. Todas las pérdidas son lícitas, nos hacen más sensibles al hecho de vivir, nos ayudan a reflexionar sobre nuestros anclajes en la vida y sobre lo que tiene valor o no para nosotros.

Es ante estas pérdidas cuanto más nos tenemos que cuidar y escuchar. Atender a lo que necesitamos realmente, sea llorar, sacar la rabia, descansar y recordar para poder guardar todo aquello que deseamos de aquello que se va. Pasar por los procesos de duelo son importantes para poder recuperarnos. Es dedicarnos un tiempo y un espacio para encajar el cambio que implica que eso ya no vuelva a estar ahí cuando nos levantemos. Es un proceso de adaptación que necesita de su espacio de escucha, de atención y amor para poder pasar a otra cosa.