En Gestalt se habla mucho de la importancia de la PRESENCIA para la terapia, una actitud que nos invita a vivir en el presente estando atentos a todo lo que ocurre en nuestro interior cuando hablamos de cómo vivimos nuestra experiencia de vida. Dentro de esta actitud también es importante mantener el contacto con la realidad fuera de nosotros, entender que hay un fluir que va más allá de nuestra propia capacidad de decisión. Aceptar esta realidad es clave para así comprendernos, asumir cómo entramos en conflicto y cómo podemos movernos con ella.

La presencia del terapeuta es un aspecto esencial para acompañar a los clientes. Un terapeuta es ante todo una persona que ha pasado por el mismo camino que la persona que tiene delante y que sabe lo difícil que es quedarse en ese espacio vacío, viendo cómo somos y cómo actuamos realmente, sin dejar que nos invadan los miedos a los juicios, a la no supervivencia, a las emociones del pasado.

Con la presencia, el terapeuta acompaña con la atención plena, con el corazón abierto y sin juicios, aportando un poco de luz y amor a la confusión que trae la falta de amor, las necesidades no cubiertas, el no haber sido vistos y el no poder amar, cuidar ni ver a los demás. La presencia es que alguien esté allí de verdad, con todo lo que se es.