Mira profundamente la naturaleza y entenderás todo mucho mejor. A. Einstein
Tenemos la vista muy desarrollada. De hecho, es el principal sentido con el que percibimos el mundo exterior. Y lo priorizamos frente a otros, como el olfato, el tacto o el oído. Lo curioso es que cuando miramos las cosas o las personas no lo hacemos realmente. No observamos desde la curiosidad abierta a todas las posibilidades, sino que lo hacemos desde los prejuicios, desde lo que creemos saber, las expectativas, condicionamientos, experiencias previas… nos guiamos por las apariencias, los parecidos y las asociaciones con personas y cosas que hemos conocido previamente.
Nuestro pasado es una red que nos atrapa de alguna manera y hace que nuestro futuro esté condicionado por él. El pasado nos sirve para entender desde qué punto partimos, crea una base para conocer, pero si nos condiciona en el presente hasta el punto de no poder observar, escuchar o percibir con claridad lo que tenemos delante, sentir sin dejar de lado nuestra mente, no podremos conocer realmente el mundo en el que vivimos. Simplemente lo haremos limitados por nuestras creencias sobre cómo es. Es conocer a través de filtros. Es como llevar una hoja de ruta y no salirse del camino.
Esto lo supo Einstein, observando a la Naturaleza entendió que todo estaba en movimiento y que todo cambia constantemente, que los seres vivos tienen su propia evolución según sus posibilidades y que observarla sin ningún tipo de expectativa o creencia previa nos permite conocerla con sus tendencias y posibilidades. Nos permite entender hacia dónde se dirige, cómo se desarrolla, qué le impulsa, qué le detiene, cómo supera los obstáculos.