El tiempo es una construcción mental que fabricamos con la mente. EL tiempo se desarrolla y crece cuando vivimos atrapados en el pasado y el futuro, reviviendo recuerdos y planificando el mañana sin vivir en el aquí y el ahora. Sólo los que viven en el presente viven sin tiempo. Una de las consecuencias de no vivir en el presente es que el cerebro se acelera para llegar a todos los lugares donde le llevamos, pasado y futuro, futuro y pasado otra vez. Porque a veces nos es difícil enfrentarnos a lo que está sucediente en el presente, en nuestra vida. Nos cuesta responsabilizarnos de lo que creamos con nuestros pensamientos y nuestros actos, por eso huimos mentalmente y evitamos estar aquí y ver realmente qué es lo que está pasando, qué es lo que sucede a nuestro alrededor. Preferimos vivir de interpretaciones y ensoñaciones, ya que es algo más seguro. Nos cuesta confiar en el fluir la vida, deseamos controlar todo porque no queremos aceptar la incertidumbre. De hecho, cuanto más acelerado está el cerebro menos tiempo tenemos para hacer las cosas, más vivimos huyendo, más vivimos en un estrés permanente. La mente siempre busca fuera, delante, detrás lo que no quiere ver del presente. Curiosamente todo lo que pasa es ahora y aquí, aquí y ahora. No hay más realidad que la que tenemos entre las manos.