En todas las familias hay personas que no siguen el camino del resto. Suelen ser difíciles, retadores, contestatarios, rebeldes. No se pliegan a las normas familiares. Disponen para sí mismos de mucha más libertad de la que puede disfrutar el resto. Algunos de ellos entran en caminos de autodestrucción o destrucción de lo establecido. Hay una energía voraz de cambio que no se para ante nada.
Estas personas, a pesar de hacernos difícil nuestro día a día, también están para plantear situaciones nuevas dentro de un sistema. Y lo hacen como saben, con esa energía que a veces siempre está dispuesta al ataque, a perderse o provocar un cataclismo. También esas personas están allí para que situaciones muy fijas se muevan, para reparar patrones antiguos que hoy en día ya no funcionan, para desintoxicar relaciones o maneras de afrontar los problemas. Esas “ovejas negras” existen por algo, les toca un papel complejo, pero si lo asumen es porque de alguna manera sienten que lo deben hacer o porque no les queda más remedio, les va en ello su manera de entender la vida.
Para las personas que viven en su entorno es duro acoger, amar y respetar todo lo que traen las “ovejas negras”. Pero si aprende a vivir con ello, con todas las nuevas situaciones que plantean también se podrá crecer con ellos y en el mejor de los casos reconstruir patrones que hasta ahora no habían podido repararse.