Nadie duda que somos una sociedad hiperinformada. Las tecnologías de la información han facilitado que a través de la red global y las redes sociales podamos acceder a cualquier tipo de noticia y situación que se esté produciendo en una parte del mundo. Los sistemas de monitorización y control nos facilitan en tiempo real datos, mapas geográficos, tendencias, etc. Sin embargo, toda esta información se queda superficial si no la vinculamos con nuestra experiencia y sabiduría interior.
La experiencia aporta una visión global y una perspectiva a lo largo del tiempo que se basa en aspectos vividos ya con anterioridad. La sabiduría es una conexión interior con el ajuste de lo que demanda una situación concreta, y va más allá de disposiciones morales y juicios, ya que se basa con una verdad auténtica interna.
Recuperar la experiencia y la sabiduría implica una pausa y una valoración completa de una situación que no se fundamenta únicamente en cifras o en información que obtengo en un momento dado, sino en encajar lo que estoy observando en un contexto, recobrar vivencias anteriores, tener en cuenta el entorno y observar cómo todo ello resuena en mí.
La sabiduría posibilita la comprensión a través de un sentir compartido, nos ayuda a encontrar el equilibrio entre diferentes puntos de vista, tener una visión completa del suelo que pisamos, poder ver las consecuencias de las acciones y lo que pueden desencadenar a lo largo del tiempo.
Pasar de la información a la sabiduría implica tomar el material tangible y pasarlo por el filtro de nuestro cuerpo, por el sentir construido de experiencias, aprendizajes, errores y aciertos y todas sus implicaciones emocionales. Valorar una situación desde la sabiduría implica atender a la claridad, es observar lo que hay sin preconceptos mentales y aceptarlo tal como es, aunque no sea lo esperado.