Vivir implica navegar por la incertidumbre, no saber qué es lo que tendremos mañana, si conseguiremos cumplir nuestros planes, si nuestros sueños se harán realidad, todo esto es parte del misterio de estar vivo, no saber.
No poder controlar nuestro futuro también añade una pizca de sorpresa a nuestro día a día y nos recuerda que seamos humildes ya que no somos los dueños de los fenómenos ni de las circunstancias de alrededor, no podemos manipular el tiempo, no podemos controlar la muerte. Volver a formar parte del polvo del universo nos deja en lugar ligero, sutil y pequeño. Nos quita peso: capas de arrogancia, control, lastre y miedo.
Desde este lugar diminuto podemos volver apreciar lo sencillo, podemos tocar lo sensible, apreciar lo natural, podemos hacernos uno con el otro. Desde aquí es más fácil, ya que volvemos a ser lo que siempre fuimos y escondimos cuando decidimos dejar nuestra huella en el mundo.