La danza y la vida tiene mucho en común. Cómo nos movemos, el modo en que nos expresamos corporalmente dice mucho de nuestros procesos internos y de la manera de estar en el mundo.
Como en la danza todo es un flujo de equilibrios, pesos y movimientos que hace que nuestro devenir sea el que es, armonioso y tranquilo o intenso, agitado y desordenado. Sea el que sea está bien, es nuestra danza y observándola y sabiendo cómo nos sentimos podemos darnos cuenta de cómo me muevo en el espacio- tiempo de la vida.
El primer movimiento puede venir de un extremo, de una mano o un pie, un elemento periférico que me empuja a moverme de donde estoy. A veces los empujes y las novedades vienen de afuera, de algo que se encuentra fuera de nosotros y nuestro sistema y nos fuerza a movernos, a tomar una postura, una determinación.
Otras veces, nacen de dentro, de nuestras emociones, de nuestros pensamientos. Cuando surgen de nuestro centro si no lo tenemos equilibrado nos caemos al hacer un giro o una acrobacia, como cuando arriesgamos mucho en una relación o nos dejamos arrastrar por la ira o la alegría.
Y cuando nos movemos con el cuerpo entero, podemos observar cómo nos desplazamos en el espacio de una sala, ¿cubrimos y llegamos a todos los rincones o nos quedamos más bien en nuestro lugar bailando con pequeños desplazamientos, cuidando un lugar reducido? Como en los espacios sociales el modo en que danzamos dice también si somos de los que nos atrevemos a hablar con gente desconocida o preferimos tomarnos nuestro tiempo para intervenir.
Danza y cuerpo, cadencia y detención, ritmo y caos, cierre y apertura son elementos de la danza que comparte la vida. Baila y disfruta del lujo de ser tú mismo.