La verdad es que nos cuesta comunicarnos. Tenemos una gran necesidad de entendernos, pero en los momentos más importantes no sabemos hacerlo. Me refiero sobre todo a nuestra incapacidad de decir “no”. Preferimos dejar sin contestar a alguien que decir que no es el mejor momento, no nos va bien o no nos compensa lo que nos plantea el otro. Y entonces lo que hacemos es cortar la comunicación. Y es que nos da reparo afrontar cómo se puede sentir el otro, nos da pereza tener que escribir un mensaje cuidadoso, nos incomoda generar un conflicto, así que frecuentemente optamos por dejar pasar.

En nuestro país existe un acuerdo implícito que si una persona no te responde a un correo, no te llama o no vuelve te está diciendo que no. Y entonces el otro se queda en el aire, no sabiendo si es que no le va bien contestar en un breve plazo, lo está valorando o es que realmente no quiere continuar con la propuesta. Esta manera de funcionar no es muy cuidadosa con el otro, actuando así solo nos estamos cuidando, nos estamos protegiendo.

A veces un “no” puede ser más agradecido que alguien que te ignore. Es mejor saber que no se puede continuar por allí, que no saber qué ha pasado con el camino. Al final concluyes que se ha esfumado, simplemente. Todos entendemos que a veces no va bien empezar un proyecto con otra persona porque no disponemos de tiempo, no nos compensa o porque preferimos poner la energía en otra cosa. Y porque te digan un “no” bien dicho, es decir, con cariño y con una breve explicación o no, no tenemos porqué enfadarnos. Puede molestar un poco, pero al final se agradece a corto y medio plazo, ya que nos permite enfocarnos rápidamente hacia otro lado.

Un “no” no tiene porqué ser difícil en sí. Hay que pensar un poco en las personas que han sabido hacerlo con nosotros, en cómo lo han hecho y sobre todo practicar poco a poco pensando en el otro, siendo cuidadosos y poniendo nuestra mejor voluntad.