¿Existe una realidad ajena a nosotros? ¿Percibimos la realidad tal como es o somos nosotros la que la vamos creado? Como todo, es un poco las dos cosas, existe un mundo independientemente de nuestra existencia y también vamos modificando el mundo con nuestros pensamientos, emociones y acciones.
¿Cuál es la realidad respecto a nosotros? ¿Qué hay de verdad cuando nos definimos de una manera u otra? Cuando no hemos dedicado el trabajo a descubrirnos lo más normal es que vayamos con una máscara. La palabra «personalidad» viene del latín y etrusco y significa “lo que va delante” o “máscara”. Y es cierto, generalmente vamos caminando con una máscara que oculta nuestro auténtico ser. Esta falsa imagen, esta coraza se forma en momentos de la vida en que tenemos miedo a no pertenecer, a no ser suficientes o cuando hemos recibido mucha atención y no queremos renunciar a ello.
Así nos autoengañamos diciendo que somos más de lo que somos, creyendo realmente que lo que hacemos se merece estar entre lo mejor de lo mejor y que nuestra vida debe estar reconocida por el resto. Así, en nuestro autoengaño hipnotizamos a los demás explicando la gente tan importante que conocemos, todo aquello tan maravilloso que hemos hecho, los viajes, colgamos fotografías en las redes sociales reflejando un estilo de vida ideal.
También nos autoengañamos cuando hacemos al contrario, cuando nos menospreciamos y quitamos importancia a todo lo que logramos, a lo que tenemos. También cuando despreciamos lo que somos. Así hipnotizamos a los demás hablando mal de nosotros mismos, haciéndoles creer que no somos dignos de lo que tenemos, que en el fondo no hay nada de valor.
Estos autoengaños e hipnosis tienen sus consecuencias: mantienen fijas las máscaras ocultando nuestra autenticidad y evitando que podamos estar en un lugar más orgánico y saludable para nosotros. También crean imágenes irreales para los demás perpetuando una hipnosis colectiva y creando un juego perverso, ya que normalmente el otro tenderá a compararse y sentirse de menos con las imágenes fascinantes que proyectan “los ganadores” o, por el contrario, superior y por encima de los que sienten poca cosa. Es difícil así tener relaciones equilibradas desde donde compartir de igual a igual.
Entender el papel que juegan nuestras máscaras y la oportunidad que significa para nosotros poderlas quitar y vernos realmente es funcionar con un juego limpio, sin trampas, y relacionarnos con nosotros mismos y con lo demás de un modo tranquilo y desde lo que hay.