Empezar la casa por los cimientos es darle sentido a nuestra vida, es crear una base espiritual con la que podamos ir construyendo algo con sentido. Somos una sociedad materialista. Pero esta manera de vivir sólo en lo tangible ha hecho que dejemos de lado toda una parte que también forma parte de nosotros y que algunos sentimos e intuimos.
Sigue siendo una elección personal decidir creer en lo no puede demostrar la ciencia. Pero es difícil ignorar las experiencias personales y la de otros, individuos normales y también religiosos y místicos que nos han precedido a lo largo de la historia que hablan de que existe algo más, de una conciencia que va más allá del ser humano.
La espiritualidad es una manera de vivir que implica unos valores que deben estar alineados con nosotros y en coherencia con nuestra manera de cuidar al otro y al entorno. Es un modo de entendernos y de proyectarnos en la vida. Siempre que seamos honestos, siempre que podamos entender cómo nos ata el mundo a la tierra, las creencias colectivas negativas, las heredadas por la familia o los pensamientos que utilizamos para escapar de lo que existe podremos entender cómo nos atrapa la materialidad. Como dice Rumi “somos hierro resistiendo el imán más grande que hay”.
Buscando la parte espiritual dentro de nosotros mismos, es sacar esa parte más sutil, más ligera y amorosa que hay dentro de nosotros, es vivir en un estado vibracional de amor y resistir a esa atracción tan poderosa del mundo que nos conecta simplemente con la supervivencia, donde sólo uno puede quedar. Es apostar por mí y por nosotros y salvaguardar la posibilidad de crear espacios donde poder respirar, crecer y prosperar.