Nos encontramos metidos en tantas búsquedas… del amor verdadero, la media naranja, de estabilidad, intensidad, libertad, reconocimiento…. Necesitamos tantas cosas para ser felices, para estar plenos…A pesar de que lo tenemos todo.

Todo está dentro de nosotros, somos un universo entero, lleno de posibilidades y de matices. Lleno de caos y de poesía. Materia en constante transformación, pura energía encendiéndose y apagándose con el contacto con el otro. Somos pequeñas luciérnagas iluminando el entorno con nuestro corazón. Ese que palpita cuando por fin podemos ver al otro. Cuando por fin podemos vernos a nosotros mismos con todas las aristas, en todas sus dimensiones. Sólo tenemos que llevarnos la mano al pecho y sentirnos aquí. Sólo tenemos que callar y oir cómo el mundo respira. Sólo tenemos que cerrar los ojos y disfrutar de la suavidad de poder ser algo palpitante y vivo.

Es entonces cuando nos damos cuenta de que no nos hace falta nada. Al estar, simplemente estar, sin esperar nada, sin ansiar nada, sin pedir nada es cuando nos damos cuenta de que se puede llegar a una coherencia interna, un estado de confirmación de algo que intuíamos, como si un engranaje encajara y empezara a girar y formáramos parte de algo más grande que nosotros mismos.