Está bien lo que bien acaba. Joanot Martorell
Es importante ir cerrando ciclos, poner fin conjuntamente a relaciones, entender que ha llegado el momento de decir adiós, saber dónde está el fin de algo y darle forma, sobre todo con el otro, con los que se ha intervenido.
Los cierres unilaterales crean incertidumbre, desasosiego, incomprensión, culpabilidad y despecho entre otras cosas. Cuando uno entiende que su energía ya no debe estar allí por lo que sea, es sabio reconocerlo, sincerarse y también informar a los demás.
En el fin de relaciones o participaciones interviene en muchas ocasiones el miedo, a perder lo que se ha construido, a los espacios nuevos, a que los demás se sientan abandonados o a herir a los demás y entonces preferimos ir saliendo de grupos o de relaciones sin decir adiós del todo. Como dejando abiertas las posibilidades, buscando otros estímulos pero al mismo tiempo sin dejar claro cuáles son nuestras necesidades con los que estamos y cómo podemos estar ahora. El vínculo se va desenergetizando paulatinamente y esto lo notan las dos partes creándose un ambiente enrarecido.
Sentarse un día y valorar todo lo bueno que hay y lo que falta para poder continuar es un ejercicio de sinceridad mutua que nos permite crecer con los demás. Y no es fácil cuando en ocasiones hay tantas cosas en juego, pero entender qué nos pasa ahora con personas y lugares nos permite ubicarnos, entender cómo nos sentimos y hacia dónde nos queremos mover.