Todos tenemos puntos ciegos, aspectos de nuestra personalidad que no podemos ver. Lo curioso es que los demás sí que los ven y reaccionan ante ellos.
Realmente podemos quedar muy sorprendidos al descubrir rasgos con los que no nos sentimos nada identificados. La primera reacción es la negación:“no, yo no soy así”, porque posiblemente nos reconocemos con esa imagen. Es frecuente además que ese aspecto que mostramos no nos guste nada, de hecho, que lo rechacemos porque nos parece odioso.
Esto sucede porque hemos incorporado un modo de actuar que ha tenido un gran impacto en nosotros en un momento de nuestra vida. Es decir, hemos engullido una creencia o un modo de hacer que rechazamos vehementemente. Podemos decir que hemos adquirido un introyecto.
Si nos asomamos poco a poco a la posibilidad de que sí, sea nuestro, ese aspecto que vamos mostrando y que no podemos ver pero los demás sí, nos daremos la posibilidad de gestionarlo. Es decir, de saber si surge y porqué lo hace o qué hacer con él si además afecta a nuestro entorno.
Si no nos quitamos la venda de los ojos, no podemos vernos con todo lo que somos, con todo lo vivido y lo incorporado que ha hecho que seamos así en este instante. Para ello necesitamos valentía, apertura de mente, amor hacia nosotr@s mism@s. Entender que somos lo que hemos experimentado y que eso también puede matizarse.
Foto: @oscar keys