En estos momentos de confinamiento nos hemos encontrado reviviendo miedos antiguos. De repente, se han vuelto a presentar en nuestra casa sensaciones de tristeza, dolor y miedo y esta vez no hay escapatoria, no podemos escapar, marchar o evadirnos. Y es difícil mirar a la cara a sentimientos y recuerdos desagradables que nos remueven, pero ahora se nos presenta una oportunidad de hacerles frente y darles la atención y la escucha que nos requieren.
Las experiencias traumáticas se quedan registradas en nuestro cuerpo. Es él quien tiene memoria antigua de nuestro tiempo. Y por experiencia traumática quiero decir cualquier recuerdo que ha dejado un gran impacto en nuestra vivencia y que ha activado miedos primarios a no sobrevivir. Conectamos con experiencias de niño, sensaciones de encierro, pérdida, abandono, miedo a la no supervivencia, sea económica o física. Las personas que han vivido experiencias intensas de este tipo pueden estar reviviéndolas si se encuentran en una situación parecida en la que no hay escapatoria.
Pero nuestro cuerpo recuerda y en situaciones normales hacemos lo posible para no escuchar: pastillas, viajes, huidas varias, exceso de trabajo y actividad, etc. Pero en el confinamiento no hay escapatoria, surgen una y otra vez y esta vez no hay pastillas suficientes para hacer callar a los recuerdos que necesitan que esta vez alguien le escuche con compasión, respeto y comprensión.
A veces necesitamos ayuda para poder regularnos observando y sintiendo cómo lo hacen otros: aprender a escucharnos cuando alguien nos escucha paciente y amorosamente, sin juicios; aprender a sostenernos cuando alguien simplemente nos recuerda que está allí y no pasará nada; aprender a recobrar la confianza a través de mantener una relación segura con otra persona para después recobrar la confianza en nuestros recursos.
Establecer relaciones de paz y seguridad donde pueda expresarme con otra persona es un camino para volver a confiar con nosotros mismos y saber que podré hacerme cargo de mi dolor y tristeza con seguridad en un futuro. Pedir ayuda es confiar también en que hay alguien que ha hecho el camino previamente y que podrá guiarme sobre cómo enfrentarme a esos miedos.